martes, 5 de junio de 2012

En la cama y bien caliente

Bueno, llevo otro tiempecillo sin escribir nada, y eso honra mi fama de "cabrón vago pasota", pero esta vez tengo una excusa perfecta: un justificante médico. Sí señor, estoy enfermo, con fiebres de hasta 40ºC y unos dolores que hacen que me acuerde del gilipollas que inventó el dolor de garganta. No me acuerdo ahora del nombre de la enfermedad, pero es una inflamación de no sé qué parte de la garganta, con bacterias malvadas incluidas. Claro, no puedo comer, no puedo beber (salvo zumo, que ya me he zampado dos bricks en tres días), no puedo hablar (y eso afecta negativamente a algo de lo que hablaré próximamente y que no tiene que ver con este blog pero sí conmigo, por consiguiente repercute en este blog) y, muy importante, tengo una fiebre hija de su madre. Cuando me sube la fiebre, me entra sueño, frío y se me cierra el estómago, cuál oso polar. Por contra, cuando ésta me baja, comienzo a sudar como un desgraciado, se me va el sueño y tengo más hambre que un Falete musulmán en Ramadán (o como diantres se escriba). El no tener sueño es hasta algo bueno, y el hambre... bueno, ¿cuándo no tengo yo hambre? Pero no puedo con el sudor. Un poco es aguantable, pero cuando la ropa está mojada (literalmente), el flequillo gotea y no puedes descalzarte por temor a radiaciones peligrosas, llegas a pensar en el suicidio.

A parte de eso yo estoy divinamente, viendo la tele hasta más no poder y siendo feliz recordando mis días en cama de la infancia. No he entrado aquí hasta hoy porque no me apetecía (cosas de la enfermedad, tenedlo presente, la enfermedad...) pero ya he explicado lo que me pasa y podéis dejar de sufrir (si es que sufrís (si es que hay alguien)). Las medicinas estarán asquerosas, pero curan lo suyo. Y teniendo en cuenta como están las cosas, no me han salido especialmente caras; a propósito, ¿a alguien le sobra un riñón?

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