jueves, 6 de septiembre de 2012

Queja sobre queja, y sobre queja una

Bueno, estaba yo en casa aburrido y me he dicho: "¡Vamos a reflexionar!", y como yo soy más de reflexionar escribiendo, pues aquí estoy, a la espera de ver con qué me sorprendo esta vez. Y hoy voy a hablar de un tema bonito a su manera, capaz de hacernos reflexionar, de cambiar nuestras vidas, de... bueno, vale, ni es bonito ni ayuda en una puta mierda a nadie, pero por algún lado tengo que poner lo que pienso. ¿Y qué piensas? os preguntaréis; normalmente en sexo, pero esta vez es distinto: esta vez ya me he cansado. ¿De quién? os preguntaréis; de todos en general. ¿Por qué? os preguntaréis; porque me he dado cuenta de los niveles a los que llega la estupidez humana. ¿A qué te refieres? os preguntaréis; ¡Vale ya de preguntitas y escuchadme, coño!

Bien, por todos es sabido que en internet se puede encontrar todo tipo de información y opiniones (están entre el porno y las películas pirata... películas porno, claro). Todo el mundo tiene derecho a dar su opinión, y nada ni nadie debería impedírnoslo (que se lo digan a los chinos, a ver qué tal). Pero llega un punto que la situación es insostenible, y yo no aguanto. Voy a poner un ejemplo sencillo que todos hemos visto alguna vez por la red social de vídeos más grande de la historia, YouTube: la típica discusión entre el doblaje latino y el doblaje español. Bien, años y años que llevamos de convivencia en la red y aún seguimos intentando imponer nuestro criterio. Pero el problema no es ese, el problema es que muchos confunden "imponer" con "tener razón". Todos creemos saber algo de lo que no tenemos ni idea, y claro, queremos dar nuestra opinión. Hasta ahí bien, teniendo en cuenta que veo del todo perdonable que creamos saber algo que no sabemos, ya que eso nos ha pasado a todos (la mitad de las opiniones que yo doy son sobre temas de los que no tengo ni idea). Pero no por creer algo fervientemente debemos hacer caso omiso de los que tratan de contradecirnos; como creemos que lo sabemos, no aceptamos que alguien sepa más que nosotros sobre ese algo, y claro, no nos paramos a pensar la posibilidad de que nos estemos equivocando. Es más fácil dar como cierto lo que decimos, ya que si lo diésemos como falso sería aceptar que nos hemos equivocado, y eso es un sacrilegio para la mayoría. Tampoco digo que el menda que nos contradiga tenga toda la razón, ni mucho menos. Simplemente considero que sería más productivo para todos escuchar todas las opiniones y razonar cuál es la que más se acerca a la verdad.

En muchos caso las discusiones se producen porque hay más de una respuesta válida, o porque nos es imposible averiguar cuál es la verdadera (si es que hay). Creo que hay problemas que se pueden solucionar fácilmente si cerramos el pico, escuchamos, pensamos un poco y luego ya decimos lo que tengamos que decir. Esto es así y punto. Pero no confundamos los conceptos; mi queja es hacia las discusiones vacías y sin fundamentos, las discusiones en sí me parecen provechosas y enriquecedoras para todas. Pero claro, saber discutir es muy difícil, hace falta práctica en varios aspectos, como el saber escuchar, debatir, razonar y rectificar, entre otras cosas. Yo no me considero un mal "discutidor", pero tengo claro que solamente crearé una discusión hacia quien la merezca, y desgraciadamente, veo que ya poca gente reúne las cualidades que busco simplemente para compartir opiniones opuestas sobre algún tema, sea cual sea.

Básicamente esa sería mi reflexión/queja, en la que me he tenido que poner más serio de lo normal. Evidentemente he tenido que generalizar y estereotipar mucho, así que los que se den por aludidos que se apliquen el cuento, y los que no, ya me gustaría a mí verlos en una discusión...

miércoles, 5 de septiembre de 2012

¿Mejor tarde que nunca?

Bueno, como casi cada día, aquí estoy yo; fuera, la más absoluta nocturnidad y alevosía (vale, no, sólo nocturnidad). Dentro, todas las luces apagadas, ni un solo ruido excepto por las teclas del teclado de mi PC. Y pienso yo, ¿está bien eso de estarme hasta las tantas despierto porque sí? No tengo ninguna razón contundente para estar despierto, simplemente que no me gusta dormirme temprano, no sé por qué. Claro, ahora en verano se sobrelleva, ya que si me acuesto a las dos de la mañana al día siguiente puedo permitirme el lujo de despertarme más tarde (hacia las once o las doce de la mañana). Pero, ¿y cuando vuelva a la rutina del instituto? Me temo que no tengo más remedio que comenzar a acostarme más temprano, pero sé que me costará deshacerme de tal tradición. Llevo meses, incluso algún que otro año yéndome a dormir de madrugada, incluso cuando al día siguiente tenía exámenes a primera hora. Claro, el resto del día no tengo tiempo para dormir, así que deambulo por las calles con la cara cansada y el cuerpo agotado (parezco la Duquesa de Alba pero en guapo). Así pues, intentaré dormirme más temprano a partir de ahora. Y lo dejo por escrito, para acordarme de que tengo que estar despierto todo el día y para ello no puedo escatimar en horas de sueño. Bueno, probablemente mi yo del futuro no le haga caso a mi yo del pasado (mi yo del pasado en el futuro, que ahora soy el yo del presente), así que veo tonto escribir todo esto. Pero es tarde, no me apetece pensar mucho y la música que escucho es estridente. Una pequeña reflexión nocturna siempre viene bien. Y ahora, a descansar...

martes, 4 de septiembre de 2012

Vacaciones entre olivos (Flashback veraniego) | Parte 2/2

Bueno, será mejor continuar con la enumeración de calamidades que hicieron mi estancia en la casa de campo de mi tía mucho más agradable (tanta ironía junta no creo que sea buena).

Muchos pensaréis que pasar diez días en el mismo sitio sin poder salir es bastante incómodo. Pero adivinad qué lo hace todo aún más incómodo: exacto, una descarada falta de higiene. No somos cavernícolas, evidentemente, había cepillo de dientes, peines, colonias, desodorantes... lo único que faltaba era una ducha. Sí, como lo escribo, no había ducha; bueno, en realidad sí que había, pero es de las que suele haber en los campings, de color verde feo y con el agua a chorro y fría. Y, como no, en el exterior. Ducharse cada día detrás de la casa en medio de un huerto, en bañador y a la vista de todo el mundo no es agradable. La verdad es que no me enorgullezco, pero tuve que racionalizar mis ratos de higiene y aseo personal y no pude ducharme cada día. Todo esto en pleno agosto, claro, sólo hay que imaginarse la transpiración producida. Los niveles de toxicidad del aire llegaron a límites insospechados, creedme. Así pues, será mejor dar un voto negativo al apartado de la higiene.

Otra cosa que tiene el verano es que alarga los días cosa mala. Las horas se hacen eternas mientras tú entras en un estado vegetativo en el sillón, simplemente observando lo que pasa alrededor. Muy deprimente todo, claro que sí. Normalmente en mi casa tengo muchas cosas con las que entretenerme, empezando con los amigos, una buena conexión a internet, una televisión en mi habitación para mí solo... La lista es larga, lo que supone unos niveles de entretenimiento en verano aceptables, desde que me levanto hasta que me quedo dormido en mi cama. Bien, pues olvidad todo eso, en el sitio del que os hablo (no, no es el cielo, hablo de la parcela de mi tía) no había prácticamente nada de eso. Evidentemente estaba lejos de mis amigos, así que nada más llegar ya descarté la posibilidad de salir de noche a alguna fiesta improvisada como de costumbre. La conexión a internet también desmejoró mucho, demasiado para mi gusto, así que como mucho me entretenía leyendo algunos artículos de la Wikipedia (sí, lo sé, pasé mucho miedo). Por otro lado, la falta de internet dio rienda suelta a mi imaginación, por lo que me enganché de mala manera a juegos como "Portal" o "Los Sims 3", e incluso inicié una novela (la tercera que tengo empezada, me voy superando día a día). Siguiendo con el tema del entretenimiento electrónico, he de decir que tampoco disponía de una televisión para mí solo. La mitad de teles para el doble de gente; absolutamente descorazonador. Suerte que pude refugiarme en mi portátil. En efecto, me pasé cerca de diez horas diarias encerrado delante de mi PC durante los diez días de vacaciones. Evidentemente, todo ello se merece una valoración muy negativa.

Vale, ya he repasado así por encima todos los aspectos que han influenciado en mi estancia en casa de mi tía, y el resultado ha acabado siendo negativo. Eso es malo, pero me consuela saber que ya estoy en casa, dispuesto a comenzar otro "nuevo" curso (no sabría decir qué es peor, desde luego). Al menos he conseguido recuperar mi preciada rutina, que es lo más importante. Y si me disculpáis, creo que necesito estar solo, que recordar estos diez días perdidos en medio del verano deprime a cualquiera.

Vacaciones entre olivos (Flashback veraniego) | Parte 1/2

Durante mi cautiverio no sabía si volvería a ver la luz del sol. Dudaba que pudiese volver a pisar el suelo de mi casa. Temía por mi integridad física y psíquica, notaba que la locura llamaba a la puerta y no podía mantenerla a ralla eternamente... Bueno, vale, quizás lo estoy exagerando un poco, pero es que si no queda muy soso. Pero vamos, si queréis verdad, tendréis verdad (vaya si tendréis verdad, como que me llamo Teodoro McTetis).

Cada año desde que tengo memoria mi familia y yo (ya que yo también pertenezco al grupo que supone "mi familia") vamos a una casa de campo durante una semana a relajarnos, gentileza de la hermana de mi padre (sí, mi tía; ¿hace falta especificarlo todo?), que es la propietaria de toda la parcela (en la que está la casa. Sois unos linces, no se os escapa ninguna, ¿eh?). En fin, que mis vacaciones veraniegas se reducen a visitar la casa de campo de mi tía. No es que me moleste, desde luego. Es más, me gusta ir a pasar parte del verano (esta vez han sido 10 días) a un sitio distinto, lejos de las ataduras que supone la gran ciudad (gran ciudad... si lo raro es que no sea un pueblo). Allí podemos gozar de unas dietas increíblemente sobrehumanas, que sobrecogerían al mismísimo Hulk (sí, es una forma elegante de decir que comemos como cerdos durante 10 días). La verdad es que me gusta comer (es de las pocas cosas que hago varias veces al día), así que no lo pasé tan mal. Entonces tenemos que el aspecto culinario es positivo, mejor pasemos a otros aspectos.

Debo compartir habitación con mi hermana, y mientras ella duerme en una bonita cama de madera mullida y con una almohada envidiablemente grande, yo me tengo que conformar con usar una cama nido (ni idea de cómo se llaman exactamente este tipo de camas, yo siempre las he llamado así). En efecto, cada noche debo sacar mi cama de debajo de la cama de mi hermana, empujarla hasta una esquina (y pesa bastante más que un muerto) y hacer malabarismos para llegar hasta el pijama, que indudablemente estará arrinconado en esa misma esquina donde he puesto la cama (leyes de Murphy, ya sabéis...). Por la mañana el paso invertido (que no gay), hacer la cama, quitarla de su esquina y meterla debajo de la otra cama. Todo ello desde el suelo, claro; ya os gustaría verme haciendo la cama de rodillas... (un estilo un poco de porno-chacha, me parece a mí). Así que el asunto del alojamiento recibe un punto negativo.

De la compañía no me puedo quejar, desde luego; en lo que viene siendo una parcela de no creo que más de 500 metros cuadrados convivimos 7 personas durante diez días, repartidos en 3 habitaciones (más de una vez me he preguntado si mi tía no sería una campeona nacional de tetris, o algo por el estilo...). A parte, claro, las visitas que puedan ir viniendo, que vienen a comer y se aferran a la sobremesa hasta que, cordialmente, los invitamos a cenar. Los invitados hacen ver que tienen prisa, los anfitriones insisten en que ya está hecha la cena y ¡PUM!, ya tenemos invitados hasta las 2 de la mañana (y como una persona educada que soy, no puedo levantarme de la mesa si hay invitados). También merece mención todo el personal que compone el vecindario, que, como no, no son más que un par de viejos con parcelas viejas y la típica familia ricachona con piscina y garaje triple. Nadie de mi edad, no sea que me relacione demasiado más allá de los muros. Y si con este panorama no he llegado a la locura es porque a mi padre se le ocurrió la idea de traer un router inalámbrico para poder conectarnos a internet. Una conexión lenta y que había que compartir, pero al menos pude hablar con gente normal, aunque viviesen en Alaska. Así pues, doy a la compañía un punto negativo y a la conexión a internet dos puntos positivos. De momento el balance es positivo, pero aún falta mucho por analizar de mis 10 días de "vacaciones" en la montaña.

Flashback veraniego

Bueno, no sé si alguien se ha dado cuenta, pero he desaparecido durante un tiempo más bien largo. Tirando para los dos meses, si no me equivoco. El motivo no es otro que la pereza y la falta de tiempo, así de claro lo digo, no he pasado un verano de los de estar en casa sin hacer nada (bueno, prácticamente sí, pero no me apetecía escribir mucho). En efecto, de vez en cuando me apetece escribir, pero se me pasa pronto. Pero he vuelto, y con ganas de marcha, así que probablemente estaré escribiendo como un endemoniado hasta que vuelvan a empezar las clases y me preocupe de otras cosas. Así que, a día 4 de agosto martes que estamos declaro esta semana semana del recuerdo veraniego (nunca había parido una gilipollez tan grande, estoy orgulloso de mí mismo). Para los que no me sigan (que serán mayoría, me imagino; seguir a un demente es costoso), me dedicaré esta semana a hacer flashbacks a saco, tipo "Padre de familia" pero mejor, todo con tal de que veáis que realmente me ha cundido el verano. Y para reflexionar sobre lo que me ha ocurrido, que con la distancia se ve todo mucho mejor (si no fuera por la distancia nadie sabría que cara tiene Falete). Así que nada, vamos a ello.

Otro verano más...

Bueno, parece ser que ya se va el calor, las medusas van desapareciendo de la playa y los días se van acortando más. ¿Cambio climático? Quizás, pero está claro que lo que pasa es que se acaba el verano, con todo lo que ello conlleva. Sin ir más lejos, yo comienzo otro divertido y apasionante curso de instituto, que por si no era ya bastante apasionante y dinámico, resulta que es exactamente el mismo que el del año pasado (por la cuestión de que repito curso y todo eso). Para los que no hayan captado la ironía: detesto comenzar un nuevo curso y más aún si ni siquiera aprenderé cosas nuevas. Es como perder el tiempo, pero recordando día tras día que estaba en mi mano que algo así no sucediera. Nunca he repetido curso, y tampoco me parece una barbaridad repetir 2º de bachillerato, más si es el científico, endemoniado como él solo. Así pues, llevo desde el último curso arrastrando una extraña sensación de culpa y bochorno, reforzada gracias a la idea de que he sido el único de mi clase que ha repetido. Sí, 20 alumnos embutidos en un aula para que se vayan todos menos uno a la universidad. Lo único que me reconforta es pensar que ahora me reencontraré con todos aquellos que repitieron 1º de bachillerato y fueron mis compañeros de pupitre. A ver si alguno se acuerda de mí...